Nadie fue a la instalación de Spencer Tunick (General)
Que bien, ¡me atrapaste!, ¡me cautivaste!
SÃ fuÃ, estuve en la cuarta plancha, contando a partir del inicio.
No, no es cierto, o si lo es no se los diré.
Creo que la última parte exaltó la fortaleza interna y externa del sexo femenino y los hombres (algunos, afortunadamente no todos son misoginos)se sintieron agraviados, por eso se dieron los gritos de "que buenas pechugas", "que pechugona", más que hacerlo por reconocer los atributos de tal o cual mujer, fue como tú dices, sólo una ocasión para la bajeza...
» Ingenuamente pensé que si llegaba al centro histórico a eso de las cuatro
» de la mañana, podrÃa entrar con mi coche por Madero y luego buscar un
» lugar por ahà de Tacuba, Venustiano Carranza o alguna calle de esas. Luego
» podrÃa caminar un buen rato para disfrutar la vista de la iluminación de
» los edificios e incluso de la Catedral. Me imaginé que verÃa un número
» algo mayor de personas a las que suele haber a esas horas, que la
» vigilancia policiaca serÃa la adecuada y que podrÃa meterme a algún
» restaurante cuyo dueño, sabiendo de la coyuntura, hubiera desvelado a sus
» empleados para ofrecer café a los transeúntes. Creà inocentemente, además,
» que iba a buena hora. Sin embargo, no bien tomé por el Eje Central, el
» tráfico me revelaba que la convocatoria habÃa desbordado cualquier
» expectativa, mÃa o de otros y más que unos cuantos madrugadores en el
» centro me iba a topar con una asistencia multitudinaria. Al principio se
» me ocurrió que coincidÃamos con una manifestación de los cuatrocientos
» pueblos hacia Bucareli, pero ¿Ese dÃa y a esa hora> La hipótesis de que se
» trataba de antreros trasnochados también era imposible, sobre todo porque
» era fácil ver, aún dentro de sus autos, que todos llevaban ropa cómoda y
» caliente, pants, gorros, tenis, cosas que en su momento eran fáciles de
» desabotonar, de quitarse sin más trámite, como dictaban las instrucciones.
» Además, no sólo eso distinguÃa a la gente que ya caminaba sobre la calle:
» todos traÃan una hojita blanca en la mano, el formato de registro que
» imprimieron de Internet.
» No habÃa llegado aún a Lorenzo Bouturini cuando comprendà que dar vuelta a
» la izquierda sobre Madero iba a ser imposible. Supuse también, con certeza,
» que intentar un rodeo para llegar por Av. Juárez iba a ser inútil, como
» bien enseña haber quedado cercado más de una vez por una manifestación al
» Zócalo. Asà que, tan pronto rebasé Izazaga, di vuelta a la izquierda, me
» estacioné por ahà y le puse a mi coche los cuatro elementos mÃnimos de
» seguridad que deben usarse en esta ciudad: la alarma, el freno de mano, el
» bastón y mi bendición. Me bajé y apuré el paso sobre el Eje Central. Una
» espina de duda se me enterró cuando vi a un grupo de jóvenes, cuatro
» hombres y dos mujeres (signo de la proporción de género que se dirigÃa al
» evento), con facha de universitarios caminar muy animados al asunto. No
» fuera yo a hacer el ridÃculo, un hombre a sus cuarenta y tantos
» pretendiendo no tener inhibiciones para encuerarse por un poco de arte.
» Pero mis temores fueron disipados por una pareja de entre cincuenta y
» sesenta años que con pants iguales caminaban tranquilos tomados de la mano
» y que incluso me dedicaban una mirada y sonrisa condescendiente.
» Di vuelta sobre 16 de septiembre a eso de las 4:15 y me tope con una cola
» impresionante. Pronto alguno de los organizadores comprendió que la
» pretensión de corroborar que no hubiera alcoholizados entre los
» participantes no era posible, por lo que la fila pronto se convirtió en
» dos, luego tal vez en tres, papel en mano y comenzamos a entrar cada vez
» más rápido. Muchachos con playeras nos iban distribuyendo a donde Ãbamos a
» quitarnos la ropa. Algunos traÃan cara de que habÃan pernoctado cerca y,
» yendo en grupo, habÃa sido noche de fiesta, como serÃa casi todo lo demás.
»
» Desnudarse y entrar a la plancha del zócalo fue más fácil de lo que podrÃa
» parecer. Se sentÃa un acuerdo implÃcito de no mirarnos con lascivia, en
» restringir nuestro ángulo de visión de la horizontal que parte de nuestros
» ojos para arriba, por lo menos en ese primer momento. Dice ElÃas Canetti
» que uno de nuestros más profundos temores es el de ser tocados por lo
» desconocido, por eso usamos ropa, por eso nos metemos en casas que
» procuramos infranqueables, por eso las cercamos con vallas. Cuando
» viajamos en el metro, a pesar de la cercanÃa, evitamos el contacto,
» ponemos barreras, exigimos territorios. Sin embargo, la fusión con la
» masa, siempre de acuerdo con Canetti, es la inversión de ese temor,
» mientras más densa la masa, menos temor a ser tocado. Y esa inversión se
» multiplica si, además, se quita uno la última defensa, si se queda uno en
» cueros. La masa se funde, nos hace perecederamente iguales en lo que
» seguimos las instrucciones aunque no las escuchásemos, muestra de que la
» masa ha establecido las reglas, ha creado su red nerviosa que transmite
» órdenes. Y el frÃo es secundario si es compartido y la desinhibición
» comienza a expresarse en uno que otro Goya que nos va descubriendo que
» estamos alrededor de todos que son uno mismo. Y luego un “Voto por voto,
» casilla por casilla” se convirtió en un “Foto x foto, desnudo por
» desnudo”, al que le siguió un “Norberto-Rivera, el pueblo se te encuera”
» que más que consigna de combate era broma cruel.
» Éramos los que realmente existimos. Ahà estaban las lonjas, las celulitis,
» las panzas, los vellos abundantes por todos lados, en la espalda, las
» pantorrillas, el pecho, la panza misma peluda a más no poder, las
» cicatrices, los tatuajes, las manchas, los senos caÃdos, las nalgas
» flácidas, los pies chuecos, las columnas encorvadas. Sin pena,
» descubriendo que lo raro son las pieles perfectas, los cuerpos esculpidos,
» los rostros bellos. Reitero mis certezas: la televisión no refleja la
» realidad, ni siquiera cuando quiere hacer telenovelas que trasciendan. Su
» filtro de rostros y cuerpos dejarÃa fuera a casi todos los que estábamos
» ahÃ. Nos faltó algo: la bandera. Pero no faltará quien lo arregle con
» photoshop, estoy seguro.
» Para cuando nos acostamos en el suelo, las bromas y el ambiente ya habÃan
» superado la idea de que estábamos desnudos. “¿PodrÃa hacerse un poquito
» más para allá, sus pies me quedan a un lado del cachete>” Me dice la
» señora gorda que, de pie, estaba a dos personas delante de mÃ. “SÃ, cómo
» no, no se vaya usted a desmayar con el delicado aroma de mis patas”. Y
» Tunick recibÃa, hasta su canastilla, un persistente “Cabrooooón, también
» encuérate” que, al parece, o no escuchaba o no se lo traducÃan.
» Yo no sé si habÃa panistas entre los participantes, pero si ahà estaban,
» ninguno se atrevió a responder el “Caaalderoooón, no tengo nada que
» ocultaaaar” que alguien lanzó. Se me ocurrió entonces si para que hubiera
» tanta gente habÃa tenido algo que ver el conflicto poselectoral, el debate
» sobre el aborto, la incertidumbre de la violencia del narco. Me preguntaba
» si los motivos tenÃan que ver con un ánimo de venganza contra los
» poderosos, una válvula de escape construida al pensar que estábamos ahÃ
» haciendo algo que normalmente nos hubieran prohibido y que ahora no nos
» podÃan impedir. En lo individual, por vÃa de lo colectivo, se trataba sin
» duda de un acto de libertad, de una utopÃa realizada, de un paraÃso en la
» tierra. De un pellizco a la impunidad que sufrimos, pero que envidiamos.
» Pero si se hubiera prolongado mucho no hubiéramos evitado echarlo a perder
» como Adán y Eva en el paraÃso. Cuando estábamos en posición fetal, el que
» estaba a mi lado no pudo reprimir levantar la cabeza para decir “oooórale,
» nunca habÃa visto tantos asteriscos juntos”, que provocó más de un ssshhhh
» y muchas risas. De todos modos era preludio de que venÃa cierto hedor.
» Cuando nos desplazamos para la última forma, caminada que agradecà porque
» la posición fetal habÃa durado mucho y me estaban aquejando mis viejos
» calambres en las piernas, levantar la mano izquierda y el Ãndice llevó a
» otros a bromear con un “Ahora todos, pÃquenle al de enfrente”, al que,
» después de las risas, le siguió un “Cambio de mano…”. No faltaron tampoco
» los encuentros casuales… “Vecino, qué gusto ¿cómo le va>”, pero obviamente
» el asunto no estaba para estrechones de mano, menos para un abrazo cordial.
»
» Dicen que alcanzar el arte, expresión más elevada de la naturaleza humana,
» nos permite alzarnos lo más lejos posible de nuestra condición de bestias,
» por ello una de sus expresiones simbólicas es la unión del dedo de Dios
» con el Humano que está en la Capilla Sixtina, nuestra huella rozando lo
» divino. Pero dicha sublimación no rompe nunca la cadena que une al ancla
» que nos aferra al lodo de nuestra podredumbre, por mucho que la estire. Al
» final, por un error que me parece injustificable dada la experiencia de
» Tunick, la utopÃa se rompió cuando mandaron a vestir a los hombres dejando
» desnudas a las mujeres para la última foto. Volvimos a ser diferentes. La
» magia se rompió. Peor aún, las dejamos vulnerables y más de uno no evitó
» la tentación de sacar de entre sus ropas, ya vestidos, su celular con
» cámara fotográfica. Cuando una vez, por fin, en este paÃs, asà fuera
» fugazmente, se habÃa construido un espacio libre de misoginia, cuando
» desnudos, habÃamos compartido una experiencia sin igual con las mujeres,
» junto a ellas, en el mismo plano, al mismo nivel, la imbecilidad tenÃa que
» echarlo a perder. Según se, la mayorÃa de esos juguetes sacan fotos y
» videos de calidad infame, pero la ocasión a la bajeza es un manjar que no
» se desprecia. Asà que no sólo hubo quien aprovecho para robarles su
» Ãntima, valiente individualidad sin su permiso, ya desvanecida la masa,
» sino que además aprovechó para exhibir su subdesarrollo: “Mamacita, que
» buena pechuga”. Y ellas tuvieron que vestirse con prisa, con un pudor y
» vergüenza que suponÃamos conjurados. ¿Qué no se imaginó Tunick las
» consecuencias> ¿Qué nadie le advirtió la inconveniencia de ese último
» capricho> ¿A nadie se le ocurrió pensar en nuestra idiosincrasia> Desde
» donde estaba, ya vestido, vi además que en ese instante estaban entrando
» mirones por Madero, haciéndoles a ellas más difÃcil encontrar su ropa y
» vestirse y no dudo que hubiera quién se quedó sin ropa. Ignoro si los
» organizadores, creyendo que ya estaba el acto concluido, quitaron las
» cercas o alguien las rompió, el caso es que venÃa un grupo corriendo para
» ver, decir, burlarse. O sea, no faltó el negrito en el arroz, pero yo digo
» que es culpa de Tunick, de nadie más.
» Al final no faltó el loco que no querÃa vestirse, que seguÃa corriendo
» desnudo por ahà queriendo prolongar el segundo de gloria al que aspiramos
» todos. ¿Y mis motivos para ir> Bueno, esos Nadie los conoce.
»
» Saludos cordiales de Nadie
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mensaje completo:
- Nadie fue a la instalación de Spencer Tunick -
Nadie,
07-05-2007, 15:46
- Excelente ensayo, felicidades - Gunman, 07-05-2007, 16:27
- ¡Qué gran sorpresa! Pensé que Nadie irÃa. -
ArturH,
07-05-2007, 16:47
- ¡Qué gran sorpresa! Pensé que Nadie irÃa. - luis, 07-05-2007, 21:20
- Nadie fue a la instalación de Spencer Tunick - Kamylaa, 07-05-2007, 22:50
- Al parecer estabamos muy cerca... yo estaba por el asta del lado de catedral. .. toda una experiencia. Saludos - Epic, 08-05-2007, 14:06