Las geishas de la calle de Dolores (General)
El problema con usted K9, y con varios foristos más a quienes luego tengo el gusto de leer, es que si nos pasáramos contrapunteando, aportando y sumando a reflexiones tan interesantes como la suya, luego no tendríamos tiempo de trabajar, y por lo tanto careceríamos de recursos para folgar pagado, por lo que la existencia misma de estos foros se vería amenazada.
Dicho lo cual, mis dos centavos:
Me parece que la distinción que usted hace entre el el servicio escort y el sexo servicio no es tan importante, y obedece en mi concepto a matices socioculturales, históricos y económicos. No existe en el fondo mucha diferencia: ¿Que no puede ser el coito la forma de convivencia humana mas cercana> ¿Acaso hay acto de comprensión más sincero que el de una mujer que ofrece su cálido vientre (o un hombre que ofrece su cálido falo, para no pecar de sexista) a una pareja momentánea que busca desahogo> Hay quien busca horas y horas de apapachoterapia, pero hay tambien a quienes un buen palo fugaz les aligera el alma.
Ocurre desde luego lo contrario: hay clientes que pagando horas y horas a una puta/escort para que los acompañe a un lugar carísimo, no alcanzan a articular una idea ni a hilar con ella una frase completa, y existen, como ingeniosamente sintetiza Anaïs, sesiones de "masturbación aparatosa", no de sexo.
Y por si usted piensa que el arte de la Geisha se ha perdido, le refiero lo que atestigué hace tiempo en una cantina de mala muerte sita en la calle de Dolores, no muy lejos del triste "barrio chino" de la ciudad. (Por cierto, si no ha leído "El Complot Mongol" de Rafael Bernal, no deje pasar más tiempo)
Se trataba de un antro que bien podría haberse llamado "El barril desvencijado" obscuro y sucio, donde las cervezas costarían menos de diez pesos, y la "botana" eran vísceras y arroz. Los clientes, todos de la segunda y tercera edad, mataban el tiempo frente a las pocas copas que podrían permitirse. Ahi estaban las geishas de la calle de Dolores: señoras de 50 años la más joven y en plena senectud las más, quienes a cambio de una copa prestaban su compañía a base de silencios y susurros. Sólo eso... compañía. No bailes, no wawis, no sexo. Frases cortas, y más silencios. Me tocó ver romper en lágrimas a un curtido viejito que descansaba entre bultos de gran tamaño. Su compañera, su geisha, no dijo nada. Callada y seria, sólo lo rodeó con su brazo.
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