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Tarde de sexo o el sutil romanticismo de una película porno. (General)

Escrito por Nadie, Friday, 25 de February de 2005, 16:58 (7091 days hace...)

El peugeot 307 cc tiene una maniobrabilidad increíble. Su poderoso motor de 2.0 litros y 140 caballos de fuerza, mas su hipnótico y aerodinámico diseño, permiten dejar atrás a todos en viaducto con facilidad, alcanzando fácilmente los 160 kilómetros por hora en distancias cortas. Además, sus frenos de disco, con sistema ABS en las cuatro ruedas, hacen que bajar de esa velocidad a casi cero, para tomar la salida correcta, y luego volver a volar, sea cosa de niños. Sería una maravilla que pudiera llegar en esas condiciones a mi cita en un hotel de la Roma, lástima que no es mi caso. En cambio, iba en mi viejo chevy 96 a vuelta de rueda sobre un viaducto atestado de autos, preocupado no sólo por llegar tarde, sino además porque el ventilador eléctrico tardaba cada vez más en encender y la aguja de la temperatura se acercaba peligrosamente al filo del rojo.
Sin embargo, como sea, tomé el eje 2 poniente Monterrey al tiempo que se activaba el ventilador y, ya más tranquilo, pude reconcentrarme en la perspectiva de lo que me esperaba.
Me detuve en una farmacia, compré sico rojos sobre con 9, no porque fuera a usarlos todos (ya quisiera) sino porque era la única presentación que había (los Trojan no me gustan) y por fin llegué al hotel. Fui a recepción al trámite de rigor y mientras subía las escaleras mandé un mensaje con mi celular indicando la habitación, según acuerdo previo. “Es un SMS, Su Majestad Sofía, qué mamón soy”, me acordé. Abrí la puerta y fui directo a echarme de espaldas al colchón, no sólo para probar su resistencia sino porque realmente me hacía falta. Así me quedé como 10 minutos, inmóvil, sin alcanzar a concretar la idea de que no había espejo en el techo, aunque sí molestándome por eso, hasta que tocaron a la habitación. No bien había abierto la puerta cuando recibí un beso rápido, de piquito, y ella se metió al baño con un “espérame tantito”. Aproveché para sacar de la cartera 3 billetes de quinientos que puse en el tocador, frente al espejo y esperé mientras me arreglaba el cuello de la camisa y el cabello.
Mi corazón se aceleró al verla salir y un pequeño remolino instantáneo fue concentrándose en el vientre para bajar hasta mi miembro con sensación de hormigueo, preparándolo para la acción. Llevaba puesta una microfalda roja entallada que comenzaba en las caderas y terminaba donde apenas iniciaban los muslos de sus piernas blanquísimas, torneadas, depiladas, suaves como trabajadas por ebanista del renacimiento, pilares sostenidos por zapatillas altas y abiertas, mostrando sus hermosos pies. Arriba, un bikini hecho apenas de dos pequeños triángulos equiláteros rojos también dejaba ver la turgente redondez de sus senos y su breve cintura. Se había pintado de profundo sus ojos negros y otro rojo insinuante delineaba su boca. Se paró provocativamente abriendo las piernas y con los brazos en jarra: “¿Qué te parece>”, preguntó.
Fui de inmediato a abrazarla para no caer impresionado por la visión. “Eres hermosa”, contesté galante. Nos dimos un beso profundo y se separó un paso de mí para tomar los billetes y ponerlos en su bolsa con sonrisa pícara. La abracé de nuevo por la cintura desde su espalda y la llevé frente al espejo para tenerla ante mi vista al acariciar sus pechos, besar su cuello, aspirar su aroma, vestirla con mis manos y sentir el convexo de sus nalgas en el cóncavo de mi bajo vientre, donde la prominencia de mi excitación inevitable mejoraba el acoplamiento al vaivén de una música suave y antigua que comenzó a escucharse a lo lejos, en nuestro honor seguramente.
Liberar las caderas de la presión de la falda de lycra era una misión que mis manos tenían que cometer con la estrechísima supervisión de mi boca, que certificaba cada centímetro de avance con un beso húmedo y succionador. El complemento del bikini era tal y
como lo había imaginado, otro triángulo equilátero rojo sobre el vórtice de su sexo depilado del que ya no me desprendí después de arrebatarle su última cubierta. Sentí el endurecimiento de su clítoris ante las caricias de mi lengua y ahí mismo, recargada en el tocador, comenzó jadear con sutiles espasmos. Me levanté de improviso, la cargué y la llevé a la cama, terminé de quitarle la tanga y volví ahí, aún vestido, hasta que explotó en un orgasmo intenso que la hizo serpentear su cuerpo, girar en la cama, arquear su espalda y morderse el dorso de la mano para ahogar sus gritos. Miré el paisaje del paraíso mientras me desnudaba. Aún no acababa de sacudirse cuando sintió la cercanía de un felattio inminente al que se entregó con fruición y así estuve un buen rato sobre la cama, con su cabeza entre mis piernas regalándome placer hasta que tuve que detenerla, para evitar erupciones precipitadas. Me puse el condón y el resto fue un abrazo frenético del que no nos separamos hasta recorrer la cama de lado a lado y la galaxia del primero al último sol.
Nos entregamos al sopor por no se cuánto tiempo. Afuera comenzó a llover y a mí me despertó un calambre salvaje en mi pierna izquierda. Debo haber gemido de más, porque abrió los ojos espantada “¿Qué tienes>” “Un calambre –contesté- pero ya está pasando”. “Ahorita vengo, voy al baño”, contestó mientras caminaba al baño con su sinuoso andar de pantera.
“Es hora de las fantasías”, pensé mientras aprovechaba para sacar de las muchas bolsas del chaleco de fotógrafo, que había colgado en el respaldo de la silla, una pañoleta de seda y un aceite para masajes y los escondí debajo de una almohada.
Cuando salió del baño, prendió la tele, que estaba en el mero canal porno. Ahí, en un clásico close up, unos genitales se agitaban sin descanso mientras la actriz gemía, sin embargo, con aire de indiferencia y tedio.
Cuando regresó la acosté boca abajo, vendé sus ojos no sin antes cerrarlos con besos y comencé a darle un masaje con el aceite de aromaterapia que compré en una sexshop en el Eje Central y sus gemidos comenzaron a confundirse con los de la tele, donde una nueva pareja le daba un poco más de veracidad a la escena.
Recorrí con mis yemas resbalosas desde la punta de los dedos de sus pies hasta detrás de los lóbulos de sus orejas y en el camino subió otra vez el calor, los gemidos, los besos en mi pecho y los mutuos mordiscos en nuestros labios hasta engancharnos de nuevo de una, dos, tres maneras distintas; ella concentrándose en su piel y el sonido de la tele, yo, templado a mas no poder, mirándola a ella y la pantalla, sucedáneo del espejo en el techo que no existía.
Después descubrí que habían pasado como cuatro horas en total, incluido el segundo periodo de sueño. Al salir, pasamos a cenar a un Vips cercano y luego nos metimos a un centro comercial. Como este mes me toca comprar a mí la despensa, los tres billetes fueron a dar a la caja del centro comercial para pagar los dos carritos repletos de leche, cereal, arroz, frutas, verduras, toda la latería, pastas de dientes, jabones, desodorante y el largo etcétera de la lista. Luego ya pasaríamos por los niños, encargados en casa de mi suegra.

Eso es todo Nadie, eso es mantener la llama del amor y la pasion viva, felicidades

Escrito por David Pustilnik, Friday, 25 de February de 2005, 17:04 (7091 days hace...) @ Nadie

» El peugeot 307 cc tiene una maniobrabilidad increíble. Su poderoso motor de
» 2.0 litros y 140 caballos de fuerza, mas su hipnótico y aerodinámico
» diseño, permiten dejar atrás a todos en viaducto con facilidad, alcanzando
» fácilmente los 160 kilómetros por hora en distancias cortas. Además, sus
» frenos de disco, con sistema ABS en las cuatro ruedas, hacen que bajar de
» esa velocidad a casi cero, para tomar la salida correcta, y luego volver a
» volar, sea cosa de niños. Sería una maravilla que pudiera llegar en esas
» condiciones a mi cita en un hotel de la Roma, lástima que no es mi caso.
» En cambio, iba en mi viejo chevy 96 a vuelta de rueda sobre un viaducto
» atestado de autos, preocupado no sólo por llegar tarde, sino además porque
» el ventilador eléctrico tardaba cada vez más en encender y la aguja de la
» temperatura se acercaba peligrosamente al filo del rojo.
» Sin embargo, como sea, tomé el eje 2 poniente Monterrey al tiempo que se
» activaba el ventilador y, ya más tranquilo, pude reconcentrarme en la
» perspectiva de lo que me esperaba.
» Me detuve en una farmacia, compré sico rojos sobre con 9, no porque
» fuera a usarlos todos (ya quisiera) sino porque era la única presentación
» que había (los Trojan no me gustan) y por fin llegué al hotel. Fui a
» recepción al trámite de rigor y mientras subía las escaleras mandé un
» mensaje con mi celular indicando la habitación, según acuerdo previo.
» “Es un SMS, Su Majestad Sofía, qué mamón soy”, me acordé. Abrí la
» puerta y fui directo a echarme de espaldas al colchón, no sólo para probar
» su resistencia sino porque realmente me hacía falta. Así me quedé como 10
» minutos, inmóvil, sin alcanzar a concretar la idea de que no había espejo
» en el techo, aunque sí molestándome por eso, hasta que tocaron a la
» habitación. No bien había abierto la puerta cuando recibí un beso rápido,
» de piquito, y ella se metió al baño con un “espérame tantito”. Aproveché
» para sacar de la cartera 3 billetes de quinientos que puse en el tocador,
» frente al espejo y esperé mientras me arreglaba el cuello de la camisa y
» el cabello.
» Mi corazón se aceleró al verla salir y un pequeño remolino instantáneo fue
» concentrándose en el vientre para bajar hasta mi miembro con sensación de
» hormigueo, preparándolo para la acción. Llevaba puesta una microfalda roja
» entallada que comenzaba en las caderas y terminaba donde apenas iniciaban
» los muslos de sus piernas blanquísimas, torneadas, depiladas, suaves como
» trabajadas por ebanista del renacimiento, pilares sostenidos por
» zapatillas altas y abiertas, mostrando sus hermosos pies. Arriba, un
» bikini hecho apenas de dos pequeños triángulos equiláteros rojos también
» dejaba ver la turgente redondez de sus senos y su breve cintura. Se había
» pintado de profundo sus ojos negros y otro rojo insinuante delineaba su
» boca. Se paró provocativamente abriendo las piernas y con los brazos en
» jarra: “¿Qué te parece>”, preguntó.
» Fui de inmediato a abrazarla para no caer impresionado por la visión.
» “Eres hermosa”, contesté galante. Nos dimos un beso profundo y se
» separó un paso de mí para tomar los billetes y ponerlos en su bolsa con
» sonrisa pícara. La abracé de nuevo por la cintura desde su espalda y la
» llevé frente al espejo para tenerla ante mi vista al acariciar sus pechos,
» besar su cuello, aspirar su aroma, vestirla con mis manos y sentir el
» convexo de sus nalgas en el cóncavo de mi bajo vientre, donde la
» prominencia de mi excitación inevitable mejoraba el acoplamiento al vaivén
» de una música suave y antigua que comenzó a escucharse a lo lejos, en
» nuestro
honor seguramente.
» Liberar las caderas de la presión de la falda de lycra era una misión que
» mis manos tenían que cometer con la estrechísima supervisión de mi boca,
» que certificaba cada centímetro de avance con un beso húmedo y
» succionador. El complemento del bikini era tal y como lo había imaginado,
» otro triángulo equilátero rojo sobre el vórtice de su sexo depilado del
» que ya no me desprendí después de arrebatarle su última cubierta. Sentí el
» endurecimiento de su clítoris ante las caricias de mi lengua y ahí mismo,
» recargada en el tocador, comenzó jadear con sutiles espasmos. Me levanté
» de improviso, la cargué y la llevé a la cama, terminé de quitarle la tanga
» y volví ahí, aún vestido, hasta que explotó en un orgasmo intenso que la
» hizo serpentear su cuerpo, girar en la cama, arquear su espalda y morderse
» el dorso de la mano para ahogar sus gritos. Miré el paisaje del paraíso
» mientras me desnudaba. Aún no acababa de sacudirse cuando sintió la
» cercanía de un felattio inminente al que se entregó con fruición y así
» estuve un buen rato sobre la cama, con su cabeza entre mis piernas
» regalándome placer hasta que tuve que detenerla, para evitar erupciones
» precipitadas. Me puse el condón y el resto fue un abrazo frenético del que
» no nos separamos hasta recorrer la cama de lado a lado y la galaxia del
» primero al último sol.
» Nos entregamos al sopor por no se cuánto tiempo. Afuera comenzó a llover y
» a mí me despertó un calambre salvaje en mi pierna izquierda. Debo haber
» gemido de más, porque abrió los ojos espantada “¿Qué tienes>”
» “Un calambre –contesté- pero ya está pasando”. “Ahorita
» vengo, voy al baño
”, contestó mientras caminaba al baño con su sinuoso
» andar de pantera.
» “Es hora de las fantasías”, pensé mientras aprovechaba para sacar
» de las muchas bolsas del chaleco de fotógrafo, que había colgado en el
» respaldo de la silla, una pañoleta de seda y un aceite para masajes y los
» escondí debajo de una almohada.
» Cuando salió del baño, prendió la tele, que estaba en el mero canal porno.
» Ahí, en un clásico close up, unos genitales se agitaban sin descanso
» mientras la actriz gemía, sin embargo, con aire de indiferencia y tedio.
» Cuando regresó la acosté boca abajo, vendé sus ojos no sin antes cerrarlos
» con besos y comencé a darle un masaje con el aceite de aromaterapia que
» compré en una sexshop en el Eje Central y sus gemidos comenzaron a
» confundirse con los de la tele, donde una nueva pareja le daba un poco más
» de veracidad a la escena.
» Recorrí con mis yemas resbalosas desde la punta de los dedos de sus pies
» hasta detrás de los lóbulos de sus orejas y en el camino subió otra vez el
» calor, los gemidos, los besos en mi pecho y los mutuos mordiscos en
» nuestros labios hasta engancharnos de nuevo de una, dos, tres maneras
» distintas; ella concentrándose en su piel y el sonido de la tele, yo,
» templado a mas no poder, mirándola a ella y la pantalla, sucedáneo del
» espejo en el techo que no existía.
» Después descubrí que habían pasado como cuatro horas en total, incluido el
» segundo periodo de sueño. Al salir, pasamos a cenar a un Vips cercano y
» luego nos metimos a un centro comercial. Como este mes me toca comprar a
» mí la despensa, los tres billetes fueron a dar a la caja del centro
» comercial para pagar los dos carritos repletos de leche, cereal, arroz,
» frutas, verduras, toda la latería, pastas de dientes, jabones, desodorante
» y el largo etcétera de la lista. Luego ya pasaríamos por los niños,
» encargados en casa de mi suegra.

Nadie, me uno a las felicitaciones, ese es el mas claro ejemplo de como mantener una relacion siempre viva. sinceramente FELICIDADES (s/t)

Escrito por Hi-fi, Friday, 25 de February de 2005, 17:38 (7091 days hace...) @ David Pustilnik

Preciso

Genial

Escrito por Sadness, Friday, 25 de February de 2005, 17:34 (7091 days hace...) @ Nadie

saludos...

Felicidades Nadie, gracias por compartirnos esa experiencia unica y maravillosa, con todo respeto tienes una gran mujer

Escrito por Elfo, Friday, 25 de February de 2005, 17:45 (7091 days hace...) @ Nadie

Ahora entiendo el porque no contratas este tipo de servicios, tu señora con todo respeto es mucha mujer

:clap:

Excelente simplemente excelente, muchas felicidades maese

Escrito por Paganine, Friday, 25 de February de 2005, 17:58 (7091 days hace...) @ Nadie

» El peugeot 307 cc tiene una maniobrabilidad increíble. Su poderoso motor de
» 2.0 litros y 140 caballos de fuerza, mas su hipnótico y aerodinámico
» diseño, permiten dejar atrás a todos en viaducto con facilidad, alcanzando
» fácilmente los 160 kilómetros por hora en distancias cortas. Además, sus
» frenos de disco, con sistema ABS en las cuatro ruedas, hacen que bajar de
» esa velocidad a casi cero, para tomar la salida correcta, y luego volver a
» volar, sea cosa de niños. Sería una maravilla que pudiera llegar en esas
» condiciones a mi cita en un hotel de la Roma, lástima que no es mi caso.
» En cambio, iba en mi viejo chevy 96 a vuelta de rueda sobre un viaducto
» atestado de autos, preocupado no sólo por llegar tarde, sino además porque
» el ventilador eléctrico tardaba cada vez más en encender y la aguja de la
» temperatura se acercaba peligrosamente al filo del rojo.
» Sin embargo, como sea, tomé el eje 2 poniente Monterrey al tiempo que se
» activaba el ventilador y, ya más tranquilo, pude reconcentrarme en la
» perspectiva de lo que me esperaba.
» Me detuve en una farmacia, compré sico rojos sobre con 9, no porque
» fuera a usarlos todos (ya quisiera) sino porque era la única presentación
» que había (los Trojan no me gustan) y por fin llegué al hotel. Fui a
» recepción al trámite de rigor y mientras subía las escaleras mandé un
» mensaje con mi celular indicando la habitación, según acuerdo previo.
» >Es un SMS, Su Majestad Sofía, qué mamón soy>, me acordé. Abrí la
» puerta y fui directo a echarme de espaldas al colchón, no sólo para probar
» su resistencia sino porque realmente me hacía falta. Así me quedé como 10
» minutos, inmóvil, sin alcanzar a concretar la idea de que no había espejo
» en el techo, aunque sí molestándome por eso, hasta que tocaron a la
» habitación. No bien había abierto la puerta cuando recibí un beso rápido,
» de piquito, y ella se metió al baño con un >espérame tantito>. Aproveché
» para sacar de la cartera 3 billetes de quinientos que puse en el tocador,
» frente al espejo y esperé mientras me arreglaba el cuello de la camisa y
» el cabello.
» Mi corazón se aceleró al verla salir y un pequeño remolino instantáneo fue
» concentrándose en el vientre para bajar hasta mi miembro con sensación de
» hormigueo, preparándolo para la acción. Llevaba puesta una microfalda roja
» entallada que comenzaba en las caderas y terminaba donde apenas iniciaban
» los muslos de sus piernas blanquísimas, torneadas, depiladas, suaves como
» trabajadas por ebanista del renacimiento, pilares sostenidos por
» zapatillas altas y abiertas, mostrando sus hermosos pies. Arriba, un
» bikini hecho apenas de dos pequeños triángulos equiláteros rojos también
» dejaba ver la turgente redondez de sus senos y su breve cintura. Se había
» pintado de profundo sus ojos negros y otro rojo insinuante delineaba su
» boca. Se paró provocativamente abriendo las piernas y con los brazos en
» jarra: >¿Qué te parece>>, preguntó.
» Fui de inmediato a abrazarla para no caer impresionado por la visión.
» >Eres hermosa>, contesté galante. Nos dimos un beso profundo y se
» separó un paso de mí para tomar los billetes y ponerlos en su bolsa con
» sonrisa pícara. La abracé de nuevo por la cintura desde su espalda y la
» llevé frente al espejo para tenerla ante mi vista al acariciar sus pechos,
» besar su cuello, aspirar su aroma, vestirla con mis manos y sentir el
» convexo de sus nalgas en el cóncavo de mi bajo vientre, donde la
» prominencia de mi excitación inevitable mejoraba el acoplamiento al vaivén
» de una música suave y antigua que comenzó a escucharse a lo lejos, en
» nuestro honor seguramente.
» Liberar
las caderas de la presión de la falda de lycra era una misión que
» mis manos tenían que cometer con la estrechísima supervisión de mi boca,
» que certificaba cada centímetro de avance con un beso húmedo y
» succionador. El complemento del bikini era tal y como lo había imaginado,
» otro triángulo equilátero rojo sobre el vórtice de su sexo depilado del
» que ya no me desprendí después de arrebatarle su última cubierta. Sentí el
» endurecimiento de su clítoris ante las caricias de mi lengua y ahí mismo,
» recargada en el tocador, comenzó jadear con sutiles espasmos. Me levanté
» de improviso, la cargué y la llevé a la cama, terminé de quitarle la tanga
» y volví ahí, aún vestido, hasta que explotó en un orgasmo intenso que la
» hizo serpentear su cuerpo, girar en la cama, arquear su espalda y morderse
» el dorso de la mano para ahogar sus gritos. Miré el paisaje del paraíso
» mientras me desnudaba. Aún no acababa de sacudirse cuando sintió la
» cercanía de un felattio inminente al que se entregó con fruición y así
» estuve un buen rato sobre la cama, con su cabeza entre mis piernas
» regalándome placer hasta que tuve que detenerla, para evitar erupciones
» precipitadas. Me puse el condón y el resto fue un abrazo frenético del que
» no nos separamos hasta recorrer la cama de lado a lado y la galaxia del
» primero al último sol.
» Nos entregamos al sopor por no se cuánto tiempo. Afuera comenzó a llover y
» a mí me despertó un calambre salvaje en mi pierna izquierda. Debo haber
» gemido de más, porque abrió los ojos espantada >¿Qué tienes>>
» >Un calambre >contesté- pero ya está pasando>. >Ahorita
» vengo, voy al baño
>, contestó mientras caminaba al baño con su sinuoso
» andar de pantera.
» >Es hora de las fantasías>, pensé mientras aprovechaba para sacar
» de las muchas bolsas del chaleco de fotógrafo, que había colgado en el
» respaldo de la silla, una pañoleta de seda y un aceite para masajes y los
» escondí debajo de una almohada.
» Cuando salió del baño, prendió la tele, que estaba en el mero canal porno.
» Ahí, en un clásico close up, unos genitales se agitaban sin descanso
» mientras la actriz gemía, sin embargo, con aire de indiferencia y tedio.
» Cuando regresó la acosté boca abajo, vendé sus ojos no sin antes cerrarlos
» con besos y comencé a darle un masaje con el aceite de aromaterapia que
» compré en una sexshop en el Eje Central y sus gemidos comenzaron a
» confundirse con los de la tele, donde una nueva pareja le daba un poco más
» de veracidad a la escena.
» Recorrí con mis yemas resbalosas desde la punta de los dedos de sus pies
» hasta detrás de los lóbulos de sus orejas y en el camino subió otra vez el
» calor, los gemidos, los besos en mi pecho y los mutuos mordiscos en
» nuestros labios hasta engancharnos de nuevo de una, dos, tres maneras
» distintas; ella concentrándose en su piel y el sonido de la tele, yo,
» templado a mas no poder, mirándola a ella y la pantalla, sucedáneo del
» espejo en el techo que no existía.
» Después descubrí que habían pasado como cuatro horas en total, incluido el
» segundo periodo de sueño. Al salir, pasamos a cenar a un Vips cercano y
» luego nos metimos a un centro comercial. Como este mes me toca comprar a
» mí la despensa, los tres billetes fueron a dar a la caja del centro
» comercial para pagar los dos carritos repletos de leche, cereal, arroz,
» frutas, verduras, toda la latería, pastas de dientes, jabones, desodorante
» y el largo etcétera de la lista. Luego ya pasaríamos por los niños,
» encargados en casa de mi suegra.

Simplemente de lo mejor que he leído por estos lares...

Escrito por DoLoup, Friday, 25 de February de 2005, 19:21 (7091 days hace...) @ Nadie

» El peugeot 307 cc tiene una maniobrabilidad increíble. Su poderoso motor de
» 2.0 litros y 140 caballos de fuerza, mas su hipnótico y aerodinámico
» diseño, permiten dejar atrás a todos en viaducto con facilidad, alcanzando
» fácilmente los 160 kilómetros por hora en distancias cortas. Además, sus
» frenos de disco, con sistema ABS en las cuatro ruedas, hacen que bajar de
» esa velocidad a casi cero, para tomar la salida correcta, y luego volver a
» volar, sea cosa de niños. Sería una maravilla que pudiera llegar en esas
» condiciones a mi cita en un hotel de la Roma, lástima que no es mi caso.
» En cambio, iba en mi viejo chevy 96 a vuelta de rueda sobre un viaducto
» atestado de autos, preocupado no sólo por llegar tarde, sino además porque
» el ventilador eléctrico tardaba cada vez más en encender y la aguja de la
» temperatura se acercaba peligrosamente al filo del rojo.
» Sin embargo, como sea, tomé el eje 2 poniente Monterrey al tiempo que se
» activaba el ventilador y, ya más tranquilo, pude reconcentrarme en la
» perspectiva de lo que me esperaba.
» Me detuve en una farmacia, compré sico rojos sobre con 9, no porque
» fuera a usarlos todos (ya quisiera) sino porque era la única presentación
» que había (los Trojan no me gustan) y por fin llegué al hotel. Fui a
» recepción al trámite de rigor y mientras subía las escaleras mandé un
» mensaje con mi celular indicando la habitación, según acuerdo previo.
» “Es un SMS, Su Majestad Sofía, qué mamón soy”, me acordé. Abrí la
» puerta y fui directo a echarme de espaldas al colchón, no sólo para probar
» su resistencia sino porque realmente me hacía falta. Así me quedé como 10
» minutos, inmóvil, sin alcanzar a concretar la idea de que no había espejo
» en el techo, aunque sí molestándome por eso, hasta que tocaron a la
» habitación. No bien había abierto la puerta cuando recibí un beso rápido,
» de piquito, y ella se metió al baño con un “espérame tantito”. Aproveché
» para sacar de la cartera 3 billetes de quinientos que puse en el tocador,
» frente al espejo y esperé mientras me arreglaba el cuello de la camisa y
» el cabello.
» Mi corazón se aceleró al verla salir y un pequeño remolino instantáneo fue
» concentrándose en el vientre para bajar hasta mi miembro con sensación de
» hormigueo, preparándolo para la acción. Llevaba puesta una microfalda roja
» entallada que comenzaba en las caderas y terminaba donde apenas iniciaban
» los muslos de sus piernas blanquísimas, torneadas, depiladas, suaves como
» trabajadas por ebanista del renacimiento, pilares sostenidos por
» zapatillas altas y abiertas, mostrando sus hermosos pies. Arriba, un
» bikini hecho apenas de dos pequeños triángulos equiláteros rojos también
» dejaba ver la turgente redondez de sus senos y su breve cintura. Se había
» pintado de profundo sus ojos negros y otro rojo insinuante delineaba su
» boca. Se paró provocativamente abriendo las piernas y con los brazos en
» jarra: “¿Qué te parece>”, preguntó.
» Fui de inmediato a abrazarla para no caer impresionado por la visión.
» “Eres hermosa”, contesté galante. Nos dimos un beso profundo y se
» separó un paso de mí para tomar los billetes y ponerlos en su bolsa con
» sonrisa pícara. La abracé de nuevo por la cintura desde su espalda y la
» llevé frente al espejo para tenerla ante mi vista al acariciar sus pechos,
» besar su cuello, aspirar su aroma, vestirla con mis manos y sentir el
» convexo de sus nalgas en el cóncavo de mi bajo vientre, donde la
» prominencia de mi excitación inevitable mejoraba el acoplamiento al vaivén
» de una música suave y antigua que comenzó a escucharse a lo lejos, en
» nuestro honor seguramente.
»
Liberar las caderas de la presión de la falda de lycra era una misión que
» mis manos tenían que cometer con la estrechísima supervisión de mi boca,
» que certificaba cada centímetro de avance con un beso húmedo y
» succionador. El complemento del bikini era tal y como lo había imaginado,
» otro triángulo equilátero rojo sobre el vórtice de su sexo depilado del
» que ya no me desprendí después de arrebatarle su última cubierta. Sentí el
» endurecimiento de su clítoris ante las caricias de mi lengua y ahí mismo,
» recargada en el tocador, comenzó jadear con sutiles espasmos. Me levanté
» de improviso, la cargué y la llevé a la cama, terminé de quitarle la tanga
» y volví ahí, aún vestido, hasta que explotó en un orgasmo intenso que la
» hizo serpentear su cuerpo, girar en la cama, arquear su espalda y morderse
» el dorso de la mano para ahogar sus gritos. Miré el paisaje del paraíso
» mientras me desnudaba. Aún no acababa de sacudirse cuando sintió la
» cercanía de un felattio inminente al que se entregó con fruición y así
» estuve un buen rato sobre la cama, con su cabeza entre mis piernas
» regalándome placer hasta que tuve que detenerla, para evitar erupciones
» precipitadas. Me puse el condón y el resto fue un abrazo frenético del que
» no nos separamos hasta recorrer la cama de lado a lado y la galaxia del
» primero al último sol.
» Nos entregamos al sopor por no se cuánto tiempo. Afuera comenzó a llover y
» a mí me despertó un calambre salvaje en mi pierna izquierda. Debo haber
» gemido de más, porque abrió los ojos espantada “¿Qué tienes>”
» “Un calambre –contesté- pero ya está pasando”. “Ahorita
» vengo, voy al baño
”, contestó mientras caminaba al baño con su sinuoso
» andar de pantera.
» “Es hora de las fantasías”, pensé mientras aprovechaba para sacar
» de las muchas bolsas del chaleco de fotógrafo, que había colgado en el
» respaldo de la silla, una pañoleta de seda y un aceite para masajes y los
» escondí debajo de una almohada.
» Cuando salió del baño, prendió la tele, que estaba en el mero canal porno.
» Ahí, en un clásico close up, unos genitales se agitaban sin descanso
» mientras la actriz gemía, sin embargo, con aire de indiferencia y tedio.
» Cuando regresó la acosté boca abajo, vendé sus ojos no sin antes cerrarlos
» con besos y comencé a darle un masaje con el aceite de aromaterapia que
» compré en una sexshop en el Eje Central y sus gemidos comenzaron a
» confundirse con los de la tele, donde una nueva pareja le daba un poco más
» de veracidad a la escena.
» Recorrí con mis yemas resbalosas desde la punta de los dedos de sus pies
» hasta detrás de los lóbulos de sus orejas y en el camino subió otra vez el
» calor, los gemidos, los besos en mi pecho y los mutuos mordiscos en
» nuestros labios hasta engancharnos de nuevo de una, dos, tres maneras
» distintas; ella concentrándose en su piel y el sonido de la tele, yo,
» templado a mas no poder, mirándola a ella y la pantalla, sucedáneo del
» espejo en el techo que no existía.
» Después descubrí que habían pasado como cuatro horas en total, incluido el
» segundo periodo de sueño. Al salir, pasamos a cenar a un Vips cercano y
» luego nos metimos a un centro comercial. Como este mes me toca comprar a
» mí la despensa, los tres billetes fueron a dar a la caja del centro
» comercial para pagar los dos carritos repletos de leche, cereal, arroz,
» frutas, verduras, toda la latería, pastas de dientes, jabones, desodorante
» y el largo etcétera de la lista. Luego ya pasaríamos por los niños,
» encargados en casa de mi suegra.

¡¡¡¡Aaaaaaahhhhhh!!!! ¿¿Tú también?? ¡Qué sorprendente coincidencia! Te felicito y me felicito. Un abrazo.

Escrito por TODESENGEL, Friday, 25 de February de 2005, 19:33 (7091 days hace...) @ Nadie

Estoy boquiabierto. Es sorprendente el paralelismo de nuestras aventuras en el día de La Bandera.

MAESE NADIE, ME PONGO DE PIE Y ME QUITO EL SOMBRERO, ES UN PRIVILEGIO DE LOS DIOSES DEL AMOR Y DE LAS BELLAS ARTES EL TENER LA PRESENCIA DE USTED EN ESTE FORO, LAS PALABRAS NO ALCANZAN PARA EXPRESAR LA SATISFACCION DE CONOCERLO (AUNQUE SEA SOLAMENTE POR

Escrito por EL GONZO VENGADOR, Friday, 25 de February de 2005, 19:34 (7091 days hace...) @ Nadie

ESPERO QUE LOS DIOSES DEL OLIMPO AMOROSO ME CONCEDAN EL PRIVILEGIO DE CONOCER A TAN GRAN PERSONAJE QUE HA HECHO DE ESTE FORO UNICO EN SU GENERO,ESO TENGALO POR SEGURO.


UN SALUDO DESDE MORELIA MICHOACAN Y COMO SIEMPRE DIGO:

"DESPUES HABLAMOS" ;-)

Me uno a la felicitaciones y que gusto de conocer aunque sea por este medio a un personaje como tu

Escrito por desconocido, Friday, 25 de February de 2005, 19:56 (7091 days hace...) @ EL GONZO VENGADOR

» ESPERO QUE LOS DIOSES DEL OLIMPO AMOROSO ME CONCEDAN EL PRIVILEGIO DE
» CONOCER A TAN GRAN PERSONAJE QUE HA HECHO DE ESTE FORO UNICO EN SU
» GENERO,ESO TENGALO POR SEGURO.
»
»
» UN SALUDO DESDE MORELIA MICHOACAN Y COMO SIEMPRE DIGO:
»
»
»
» "DESPUES HABLAMOS" ;-)

Muy buena reseña Nadie, hoy precisamente iba a hacer cita con alguna chica, pero me detuve a ver tu mensaje, despues de leerlo me llego y prefiero HOY irme directo a mi casa y aprovechar el tiempo con mi esposa

Escrito por El Mexicano, Friday, 25 de February de 2005, 22:08 (7091 days hace...) @ Nadie

Asi como hay dia del amor y de la amistad, dia de la sexoservidora, deberia de haber un dia para festejarle a las esposas y para mi ese dia sera hoy

impresionante.... el giro final: un toque de maestro. me uno a los aplausos y loas y concuerdo con Cubano...... de lo mejor que se ha escrito en este y muchos otros foros, fácilmente en el TOP 3 de reseñas. Lo único que pude decir al finalizar de leer fue

Escrito por Azul por siempre, Saturday, 26 de February de 2005, 13:35 (7090 days hace...) @ Nadie

sin texto

"este guey esta cabrón". Mis respetos.

Escrito por Azul por siempre, Saturday, 26 de February de 2005, 13:37 (7090 days hace...) @ Azul por siempre

» sin texto

Me quito el sombrero ante este post

Escrito por Polo, Saturday, 26 de February de 2005, 17:36 (7090 days hace...) @ Nadie

:ok:

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