Landy y el brassiere de mi tÃa Inexistencia. (Escorts)
Ignorar la presencia de mi tÃa Inexistencia es absolutamente imposible. Es una montaña de humanidad de casi dos metros y más de 160 kilos de peso. A veces se mueve lentamente como un buque carguero maniobrando frente al puerto; en otras, parece una soprano de yelmo y encuernado casco vikingo cantando algo de Wagner al tiempo que se mueve a ritmo de salsa. Cuando se enoja, su grito revienta copas de cristal, pero desde que en su casa ya sólo hay vasos de plástico, las que truenan son las ventanas de la vecindad donde vive.
Recuerdo que de niño me aterraba verla acercarse, se me imaginaba que en una de esas podÃa tropezar y caer encima de mÃ, destripándome sin remedio. Nunca sucedió, pero de que verla venir me daba pánico, me daba pánico. Pero habÃa algo más que me alteraba: su enorme brassiere negro hecho con seis o siete capas de tela de encaje.
Se le salÃa de sus escotados vestidos y cuando no, se le notaba la textura hasta debajo de las chamarras. Era enorme, por supuesto, como debÃa ser para sostener aquellos enormes senos gigantes como sandÃas de campeonato de hortalizas. Además, eran el recipiente de las mil cosas de mi tÃa Inexistencia, de ahà sacaba su cigarrera de plata (regalo de un antiguo novio que la dejó cuando empezó a fumar), un encendedor metálico (no vayan a pensar que un Bic), un manojo de pasadores apretados con una liga León del número 2, el monedero of course, una pluma atada con una cadenita a una libretita –para los recados-, una fotografÃa tamaño postal con todo y marco rústico de mi difunto tÃo Inexistente (se dice que murió asfixiado), una ramita de ruda para los aires, seis Alka Seltzer para los gases y una botellita minúscula de alcohol alcanforado para los bochornosÂ…. Ah, y una circular paleta de caramelo multicolores que siempre sacaba al verme, pero que yo fingÃa lengüetear y siempre terminaba tirando a la primera oportunidad. El brassiere era pues una especie de ente que se habÃa apoderado de mi tÃa y que, en mis pesadillas, un dÃa cobraba vida propia para comérsela.
Por eso, cuando alguien aquà mencionó que Landy usaba un sostén como de doña, de lo primero que me acordé fue de mi tÃa y su brassiere. Lo cual, como ya expliqué, es una visión bastante anticlimática. Asà que pensé que debÃa borrarla de mi de por sà desatendida lista de placeres pendientes. Pero cuando salieron sus nuevas fotos, no se qué cosquilleo me hizo recordar esa máxima de Oscar Wilde que dice que la mejor manera de vencer a la tentación es cayendo en ella. Y estarán ustedes de acuerdo en cómo no desear después de ver esa foto donde, desnuda y recogiéndose el cabello con la mano derecha, hace una carita que dice bésame. Y esa otra donde, recostada de espaldas, voltea a la cámara con mirada de cuándo vienes.
Y como, además de todo, la ocasión era propicia y las ganas muchas al fin, le llamé para ver si concertaba cita con ella… “Mañana a tales horas –le dije- ¿cómo ves>” “Mañana no puedo, ya tengo compromiso ¿porqué no mas tarde>” “No, más tarde no, tengo mucho que lavar y luego con las lluvias no se seca la ropa, la semana que entra” “Ok –contestó- me llamas”.
Al dÃa siguiente me dije a mi mismo: “Nadie, mándale un mensaje, dile que si le cancelan te ponga en la lista, igual y estás de suerte”. Dicho y hecho, le habÃan cancelado, por lo que la ocasión era mÃa.
Asà que no les diré en qué hotel fue, pero el Aranjuez está bonito (¡ups!). Llegué, le comuniqué el cuarto y quién llegó fue una mujer hermosa de vestido estampado en blanco y rojo y debajo un conjunto semitransparente que me quitó el aliento. Tanga y sostén eróticos, sobre su cuerpazoparaeltráfico. De ojazos tapatÃos y ese lunar que tiene junto a la boca, era mejor de lo que se ve en las fotos. Para esto, no sólo llega con una enorme sonrisa, sino prodigando besos. No Ãbamos en el tercero y ya eran de lengüita. Quien diga que es tÃmida es porque debe de plano verse muy intimidante, porque conmigo no lo fue. Al contrario, lo que siguió después fue un alternar de posiciones ricas y gozosos vaivenes. No voy a decir que la llevé a la cima del éxtasis como un alpinista experto conquista el Everets, tampoco ella me llevó a mÃ. Pero eso fue bueno, obtuve los gemidos que logré sacarle, sin recursos histriónicos. Y el resultado fue la explosión liberadora que querÃa.
El sexo con amor siempre tiene un plus que yo no puedo alcanzar en otras circunstancias y de Landy no voy a enamorarme, por supuesto. Aunque la tentación de repetir, sobre todo después de la propuesta de algunas cosas por probar, será una sombra que me acose los próximos ¿semanas> ¿Meses> No lo sé.
Tampoco se si es la mejor, como me dijo un amigo. NecesitarÃa vivirlas a todas o al menos un buen número de ellas para poder afirmarlo, pero estoy muy lejos de ello. Lo que si se es que los putañeros profesionales saldrán sin duda muy satisfechos, pues Landy es muy buena en su trabajo.
¿Y el Brassiere de mi tÃa Inexistencia> Ah, se quedó por fortuna guardado en el cajón de los recuerdos.
Saludos de Nadie.
P.D. Por cierto, el segundo tatuaje sà que es un caso.