Sombras presentes (General)
Caminó cerca detrás de ella imaginando el vaivén de sus nalgas al andar. La atrajo hacia su cuerpo y la apretó. Temblaba. Los dos sintieron miedo, el ambiente ya olÃa a ella.
La empujo suavemente sobre la cama, sus muslos entreabiertos gritaban de deseo, abrió sus piernas y pudo sentir apenas la diminuta tela de algodón que cubrÃa su jugoso sexo y también experimentó algo único. Estaban en penumbras y los ojos de todos los objetos que los rodeaban despertaron.
Con la lengua recorrÃa sus labios y ella metÃa la suya en la boca de él, jadeaban se mordÃan a ratos delicado y después con energÃa, sus clavÃculas, el pecho, hambrientos se lamÃan y las respiraciones se apresuraban mientras le subÃa el vestido que por horas imaginó quitarle a su leona en aquel restaurante.
Llevaban no sé cuanto tiempo esperando ese momento. Sus manos grandes iban ganando terreno en sus pechos vivos llenos y ella ronroneaba mientras se apretaba más a él con fuerza frente a las sombras ávidas de esos sonidos que los escuchaban sin parpadear. Lucharon hasta despojarse de lo que estorba para dejar los sexos libres entre leguas, piernas, bocas y manos. Ella sentÃa con claridad una andanada que recorrÃa desde su cuello hasta el cóccix y en las paredes de su sexo cuando él introdujo de golpe su dedo en su ardorosa vagina.
Luego del dedo, su órgano palpitante y ella sufriendo espasmos al fondo se retorcÃa cuando entraba poco y se retiraba para hacerla pedir más.
Cortado y más fuerte de pronto con suspiros y gemidos creciendo en un leguaje indescriptible cuando les arde la sangre, ella balanceaba sus caderas entregándose profunda a él, que con los ojos cerrados sabÃa que eran contemplados con sobresalto por aquellos que los rodeaban que jamás habÃan presenciado tal mezcla de pasión en ese cuarto tan estrecho.
Sudores… espasmos, su imponente sexo, ambos sumergidos en sus fluidos, abandonados uno en el otro llegando a ese punto sin regreso, avanzando a donde no podrán parar, en donde está la suma de todas las noches anteriores que se soñaron y donde las sombras seguirán presentes saboreando su vasta e intensa intimidad.
Afrodita




