Son las 3:30 de la tarde del miércoles 12 y tengo ganas de ahorcar a PITE por no haberme hecho caso con pedir el 50 % de anticipo. Media hora después tengo ganas de mamársela gratis por haber hecho el milagro: Hay Gang Bang y tengo que salir de inmediato a jugar mi juego favorito.

Llego al bar que conozco de algunos Gangs anteriores. Ahí está PITE con cara de “nos plantaron” a lo que pongo cara de pues al menos tú me follas. Van llegando los demás. Me saludan de tal manera que les recuerdo que la acción lúbrica es dentro de media hora y en un cuarto. Conozco a tres de los chicos e intento recordar cuándo y en qué hotel cojimos. Con el tiempo he dejado de intentar acordarme como son los penes: demasiada información como para retenerla… Así que, conocidos o no, será sorpresa cada uno. Pregunto quién pidió el Don Julio y quién lo paga (la respuesta se omite para efectos de reseña). Ordeno una cerveza Bohemia y no se hacen esperar las bromas acerca de mi forma de vida. Oigo la conversación sin apenas participar con el fin de ir detectando el modo de ser de cada quién. Noto que todos se hacen como que no están ahí para lo que están: deben estar nerviosos, ¡desgracia!, a ver si –a la hora de la hora- no es una rebelión de los caídos. Derivo la plática hacia temas sexuales con el fin de que se relajen y vayan enviando la sangre a donde van a necesitarla. Albureo muy poco –normalmente no lo hago salvo en los foros- para evitar faltas de respeto, pero dejo ir alguna broma ligera y aguanto alguna que inmediatamente los demás reprueban.

De repente PITE, con lo que él en su reseña llama discreción, me pasa el arancel. Subo una bota a la silla, en un gesto que significa “así se abren estas puertas”, y cuento el dinero. Me voy a pagar lo del hotel y a dejar el dinero a buen resguardo. PITE me acompaña hasta la recepción y le digo que los espero en la habitación. Se va y cambio el dinero de lugar (perdona, PITE, eso hice). De cualquier forma llego a la habitación antes que ellos (sé, por experiencia, que tardarán unos minutos en acabarse sus tequilas y pagar), me cambio de ropa: short de encaje semitransparente, camisola y botas (a los hombres les gustan las botas).

Los espero sentada en un individual. Llegan en grupo, cosa que me divierte y excita: “estos 5 están a punto de cojerme por todos lados.” Aunque en la charla del bar he notado que todos son buen rollo considero que no está de más nombrar un comisionado de orden y respeto. PITE se joroba por haberse ganado mi confianza y haber logrado un Gang contra todos los pronósticos.

Nótese que PITE dice en su reseña: “Nunca sabes con qué arañas te vas a encontrar en un gang bang.” Bien: si hay algo voluptuoso en mi oficio es que nunca sabes con qué clase de ser humano vas a llegar a la mayor intimidad física. Te vas enterando poco a poco. Cuando entran al cuarto algunos ya llevan abultado debajo de la cremallera. Otros están rojos y sudando. Otros apenas cruzar la puerta se sacan el arma como si se tratara de un asalto y otros no pierden el estilo (lo que no quiere decir que vayan a mantener la pocker-face durante los siguientes minutos).

Les pedí que se pusieran en torno mío y me hinqué. Entonces les pedí que se desnudaran. Conforme empezaron a aparecer sus viriles portentos yo repartí caricias, besos y alguna lamidita. Comprobé que se me antojaban todos y que ninguno olía mal o parecía enfermo. Dos de ellos parecían decididos a iniciar un bukake, pero los contuve escapándome discretamente. Les indiqué el lugar donde había puesto 20 condones y les dije que pasaran por su boleto de látex. Como me encanta ver las nalgas de los hombres (y me tiene sin cuidado si están caídas, paraditas, de gym o de oficinista) me senté en el lugar donde vería mi personal pasarela.

Sintonicé lo que pude medio bailable y medio cachondo y rememoré mis tiempos de table (con la pequeña variante de que aproveché el baile para lubricarme adelante y atrás tanto como la ocasión lo ameritaba… Más de uno se endureció en esos momentos. Vi las dos cosas que pueden importar en un evento como éste: quiénes tienen erección fácil y si alguno la tiene enorme (es un caso difícil de manejar, cierto, pero todo se puede). También me fijo en la forma de los penes: me gustan todos, pero es como contemplar un suculento buffet cuando te mueres de hambre. Una vez lubricada de atrás di por terminado el baile.

Me despatarré en la cama y le indiqué a PITE que empezaran a hacerme gozar. Él eligió a alguien para que fuera el primero en metérmela por el coño. Según mi querido PITE el elegido era “nuestro mejor gallo”: la verdad es que todos son buenos gallos (a mí lo mismo me dan 10 que 18 cm mientras lo hagan bien o me permitan guiarlos) y sólo son malos gallos los patanes. Creo que sí, que me giré boca abajo con el número uno en franco vuelo acrobático y que aún no terminaba de aterrizar en cuatro puntos cuando sentí otra verga entrar delicada y deliciosamente por atrás. No puede evitarse un orgasmo en el momento exacto en que una se siente penetrada por ambos lados.

Si quien lea esto tiene imaginación podrá suponer que a partir de entonces perdí toda noción de los hechos: Yo quería vergas… Son esas veces en que una quisiera tener 20 vaginas y 20 de todo lo demás. Lamentablemente sólo me quedaban la boca y las manos; afortunadamente me quedaban tres vergas, una para la boca y otra para cada mano. No sé cómo se fueron turnando. PITE me garantizó (esto es lo más importante en el árbitro) que a cada penetración nueva hubo condón nuevo. Sé, por lo que me comentaron después por mail (gracias por ese detalle de caballerosidad, chicos), que todos me la metieron por ambos lados y que no estuvieron lejos de lograr la imposible cifra de combinaciones que da 5 elevado a la quinta, pero seguro que ahí pasaron muchas cosas.

Después de cada orgasmo –así suele pasarme- tuve momentos de conciencia de lo que sucedía. No sé cómo ni me importa, pero me iba llenando de semen en la espalda, las nalgas, los muslos, las tetas, la cara… La cama estaba resbaladiza.

Poco más que contar: Sin descuidar mi placer vaginal y anal, di gusto a mi “”fijación oral (cito a Freud, no a Shakira, imberbes) : mamé los restos del semen de cada uno, semen que en su mayoría había sido derramado ya parco, ya poco y agotado, en todo mi cuerpo, desde los cabellos hasta las botas, que increíble e inexplicablemente seguían ahí... y que por suerte respondieron a la limpieza con jabón de calabaza.

Agotada y aún caliente me fui a duchar. Cuando iba a cruzar la puerta del baño uno de ellos (no PITE, sino otro al que ya conocía y volvería a olvidar sin importar que su verga me hubiera penetrado completa y su semen aún bajara por mi esófago) me tocó la espalda y me sacó la lengua… llena de semen: lo bebí todo en un beso alcanforado y meloso. Le pregunté si solía hacer eso. Me dijo que era la primera vez que hacía semejante cochinada. Me reí y le dije: “Es buen alimento, deberías hacerlo costumbre.”

GRACIAS PITE Y GRACIAS ARDIENTES CABALLEROS: FUE DELICIOSO.