Memorias de Lima I (General)
Saldremos a cenar y te he pedido que vistas ese ligero y volátil vestido amatillo. Sólo lo conozco por tu referencia.-“Me queda talladito Papi, vieras que lindo”. Te imagino asà frente a mà sin más que la suave tela, el perfume y yo recorriendo los tirantes para dejar caer la suave gasa. Y que quedes ante mi desnuda y dispuesta a gozar.
La tarde cae en Lima y tus pasos me regalan el andar sensual de tus caderas, las piernas torneadas y el fantástico trasero, que hoy tocaré con vehemencia mientras vivo en ti.
Te beso dulcemente en tu boquita que es como cereza, tan carnosa y perfumada, mis manos recorren tu espalda y la base de la misma. Toco y sé que bajo la tela no hay más que tu piel y mi deseo. Tus labios regalan la suave caricia y recorren mi glande, el miembro erecto y su corona circundante, tomo la base de tu nuca y entro hasta donde tu garganta permite, salgo y te oigo jadear, estamos gozando, tu regalándome esta caricia y yo sintiendo que me vengo.
Ya sobre la cama, te colocas boca abajo, levantando tu sexo divino, estas en cuatro, y yo tras de ti empiezo a entrar suavemente, desflorando nuevamente los pliegues de tu entraña, resbalosa, calientita. -Hay que rico me culeas papito. Entro y salgo con más fuerza, tu voz me calienta quiero atravesarte. -Siga asà papacito, siga asÃ, vengase rico. Entro y salgo sin parar, la sensación sube y empiezo a sentir que llegaré, abres las piernas para dejarme entrar hasta la base, ya no hay pudor, ni distancia, sólo nuestros sexos húmedos. Que bien te acoplas, como respondes a mi embate. -Que rico me coges Mami…
Te extraño tanto Mi Lady…
QUANTA ha caminado por Lima y vivido el éxtasis de una cereza.





