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Eso es todo Nadie, eso es mantener la llama del amor y la pasion viva, felicidades (General)

Escrito por David Pustilnik, Friday, 25 de February de 2005, 17:04 (7239 days hace...) @ Nadie

» El peugeot 307 cc tiene una maniobrabilidad increíble. Su poderoso motor de
» 2.0 litros y 140 caballos de fuerza, mas su hipnótico y aerodinámico
» diseño, permiten dejar atrás a todos en viaducto con facilidad, alcanzando
» fácilmente los 160 kilómetros por hora en distancias cortas. Además, sus
» frenos de disco, con sistema ABS en las cuatro ruedas, hacen que bajar de
» esa velocidad a casi cero, para tomar la salida correcta, y luego volver a
» volar, sea cosa de niños. Sería una maravilla que pudiera llegar en esas
» condiciones a mi cita en un hotel de la Roma, lástima que no es mi caso.
» En cambio, iba en mi viejo chevy 96 a vuelta de rueda sobre un viaducto
» atestado de autos, preocupado no sólo por llegar tarde, sino además porque
» el ventilador eléctrico tardaba cada vez más en encender y la aguja de la
» temperatura se acercaba peligrosamente al filo del rojo.
» Sin embargo, como sea, tomé el eje 2 poniente Monterrey al tiempo que se
» activaba el ventilador y, ya más tranquilo, pude reconcentrarme en la
» perspectiva de lo que me esperaba.
» Me detuve en una farmacia, compré sico rojos sobre con 9, no porque
» fuera a usarlos todos (ya quisiera) sino porque era la única presentación
» que había (los Trojan no me gustan) y por fin llegué al hotel. Fui a
» recepción al trámite de rigor y mientras subía las escaleras mandé un
» mensaje con mi celular indicando la habitación, según acuerdo previo.
» “Es un SMS, Su Majestad Sofía, qué mamón soy”, me acordé. Abrí la
» puerta y fui directo a echarme de espaldas al colchón, no sólo para probar
» su resistencia sino porque realmente me hacía falta. Así me quedé como 10
» minutos, inmóvil, sin alcanzar a concretar la idea de que no había espejo
» en el techo, aunque sí molestándome por eso, hasta que tocaron a la
» habitación. No bien había abierto la puerta cuando recibí un beso rápido,
» de piquito, y ella se metió al baño con un “espérame tantito”. Aproveché
» para sacar de la cartera 3 billetes de quinientos que puse en el tocador,
» frente al espejo y esperé mientras me arreglaba el cuello de la camisa y
» el cabello.
» Mi corazón se aceleró al verla salir y un pequeño remolino instantáneo fue
» concentrándose en el vientre para bajar hasta mi miembro con sensación de
» hormigueo, preparándolo para la acción. Llevaba puesta una microfalda roja
» entallada que comenzaba en las caderas y terminaba donde apenas iniciaban
» los muslos de sus piernas blanquísimas, torneadas, depiladas, suaves como
» trabajadas por ebanista del renacimiento, pilares sostenidos por
» zapatillas altas y abiertas, mostrando sus hermosos pies. Arriba, un
» bikini hecho apenas de dos pequeños triángulos equiláteros rojos también
» dejaba ver la turgente redondez de sus senos y su breve cintura. Se había
» pintado de profundo sus ojos negros y otro rojo insinuante delineaba su
» boca. Se paró provocativamente abriendo las piernas y con los brazos en
» jarra: “¿Qué te parece>”, preguntó.
» Fui de inmediato a abrazarla para no caer impresionado por la visión.
» “Eres hermosa”, contesté galante. Nos dimos un beso profundo y se
» separó un paso de mí para tomar los billetes y ponerlos en su bolsa con
» sonrisa pícara. La abracé de nuevo por la cintura desde su espalda y la
» llevé frente al espejo para tenerla ante mi vista al acariciar sus pechos,
» besar su cuello, aspirar su aroma, vestirla con mis manos y sentir el
» convexo de sus nalgas en el cóncavo de mi bajo vientre, donde la
» prominencia de mi excitación inevitable mejoraba el acoplamiento al vaivén
» de una música suave y antigua que comenzó a escucharse a lo lejos, en
» nuestro
honor seguramente.
» Liberar las caderas de la presión de la falda de lycra era una misión que
» mis manos tenían que cometer con la estrechísima supervisión de mi boca,
» que certificaba cada centímetro de avance con un beso húmedo y
» succionador. El complemento del bikini era tal y como lo había imaginado,
» otro triángulo equilátero rojo sobre el vórtice de su sexo depilado del
» que ya no me desprendí después de arrebatarle su última cubierta. Sentí el
» endurecimiento de su clítoris ante las caricias de mi lengua y ahí mismo,
» recargada en el tocador, comenzó jadear con sutiles espasmos. Me levanté
» de improviso, la cargué y la llevé a la cama, terminé de quitarle la tanga
» y volví ahí, aún vestido, hasta que explotó en un orgasmo intenso que la
» hizo serpentear su cuerpo, girar en la cama, arquear su espalda y morderse
» el dorso de la mano para ahogar sus gritos. Miré el paisaje del paraíso
» mientras me desnudaba. Aún no acababa de sacudirse cuando sintió la
» cercanía de un felattio inminente al que se entregó con fruición y así
» estuve un buen rato sobre la cama, con su cabeza entre mis piernas
» regalándome placer hasta que tuve que detenerla, para evitar erupciones
» precipitadas. Me puse el condón y el resto fue un abrazo frenético del que
» no nos separamos hasta recorrer la cama de lado a lado y la galaxia del
» primero al último sol.
» Nos entregamos al sopor por no se cuánto tiempo. Afuera comenzó a llover y
» a mí me despertó un calambre salvaje en mi pierna izquierda. Debo haber
» gemido de más, porque abrió los ojos espantada “¿Qué tienes>”
» “Un calambre –contesté- pero ya está pasando”. “Ahorita
» vengo, voy al baño
”, contestó mientras caminaba al baño con su sinuoso
» andar de pantera.
» “Es hora de las fantasías”, pensé mientras aprovechaba para sacar
» de las muchas bolsas del chaleco de fotógrafo, que había colgado en el
» respaldo de la silla, una pañoleta de seda y un aceite para masajes y los
» escondí debajo de una almohada.
» Cuando salió del baño, prendió la tele, que estaba en el mero canal porno.
» Ahí, en un clásico close up, unos genitales se agitaban sin descanso
» mientras la actriz gemía, sin embargo, con aire de indiferencia y tedio.
» Cuando regresó la acosté boca abajo, vendé sus ojos no sin antes cerrarlos
» con besos y comencé a darle un masaje con el aceite de aromaterapia que
» compré en una sexshop en el Eje Central y sus gemidos comenzaron a
» confundirse con los de la tele, donde una nueva pareja le daba un poco más
» de veracidad a la escena.
» Recorrí con mis yemas resbalosas desde la punta de los dedos de sus pies
» hasta detrás de los lóbulos de sus orejas y en el camino subió otra vez el
» calor, los gemidos, los besos en mi pecho y los mutuos mordiscos en
» nuestros labios hasta engancharnos de nuevo de una, dos, tres maneras
» distintas; ella concentrándose en su piel y el sonido de la tele, yo,
» templado a mas no poder, mirándola a ella y la pantalla, sucedáneo del
» espejo en el techo que no existía.
» Después descubrí que habían pasado como cuatro horas en total, incluido el
» segundo periodo de sueño. Al salir, pasamos a cenar a un Vips cercano y
» luego nos metimos a un centro comercial. Como este mes me toca comprar a
» mí la despensa, los tres billetes fueron a dar a la caja del centro
» comercial para pagar los dos carritos repletos de leche, cereal, arroz,
» frutas, verduras, toda la latería, pastas de dientes, jabones, desodorante
» y el largo etcétera de la lista. Luego ya pasaríamos por los niños,
» encargados en casa de mi suegra.


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