Reflexiones impostergables (General)
Estoy conciente que de vez en vez suelo importunarlos con asuntos que no tienen que ver con la materia de este foro. Pero ocurre que desde las terribles noticias sobre lo sucedido en Asia, diversas ideas me acosan sin cesar. Para mi desgracia, el foro en el que mi otro yo les hubiera dado salida, está temporalmente cerrado y de momento no me queda más que éste para poder dispersar a mis fantasmas. Si termino mortificándolos, no les pido perdón, pues sépanse que estoy más mortificado aún.
Para empezar, no puedo dejar de recordar la "Cita con ángeles", del buen Silvio y de pensar en los frustrados que deben sentirse los ángeles ante tanto fracaso. Para quien no lo conozca, comparto con ustedes partes seleccionadas de esta bella pieza poética:
Cita con ángeles
Desde los tiempos más remotos
vuelan los ángeles guardianes
siempre celosos de sus votos
contra atropellos y desmanes.
Junto a las cunas infantiles,
junto a los tristes moribundos,
cuentan que velan los gentiles
seres con alas de otro mundo.
Un bello arcángel aletea
junto a un gran pájaro de hierro.
Procura que un hombre lo vea
para ahuyentar cien mil destierros.
Pero el arcángel se sofoca
y un ala azul se le lastima
y el ave negra abre la boca
cuando atraviesan Hiroshima.
Dejando un surco luminoso
por sobre Memphis, Tennessee,
pasó volando presuroso
un ser alado en frenesí.
Iba vistiéndose de luto,
iba llorando el querubín
e iba contando los minutos
de Dios y Martin Luther King.
Septiembre aúlla todavía
su doble saldo escalofriante
todo sucede un mismo día
gracias a un odio semejante.
Y el mismo ángel que allá en Chile
vio bombardear al presidente,
ve las dos torres con sus miles
cayendo inolvidablemente.
Desesperados, los querubes
toman los cielos de la tierra
y con sus lápices de nubes
pintan adioses a las guerras.
El mundo llena los balcones
y exclama al fin: esta es mi lucha,
pero el señor de los cañones
no mira al cielo ni lo escucha.
Pobres los ángeles urgentes
que nunca llegan a salvarnos.
¿Será que son incompetentes
o que no hay forma de ayudarnos>
Para evitarles más dolores
y cuentas del sicoanalista,
seamos un tilín mejores
y mucho menos egoístas.
Pero, obviamente, no puedo ceder a la tentación de rogar al cielo por salvación, y menos aún ante tal imcompetencia, y reivindico la coincidencia de mis concepciones con lo que escribe Luis González de Alba en Milenio Diario el lunes pasado:
"Dios y el gran terremoto de Lisboa"
"El 1 de noviembre de 1755, día de Todos los Santos y por eso mismo de iglesias llenas de fieles, Lisboa fue sacudida por un terremoto que la arrasó. La tremenda fuerza mató a 60 mil personas. El tsunami disparado en 1755 alcanzó 10 metros de altura. La sacudida se extendió por todo Portugal, el suroeste de España y buena parte de Marruecos, en África. Como el temblor mató sobre todo a quienes se encontraban atendiendo oficios religiosos y no quedó iglesia intacta, eso disparó otro tsunami: uno teológico acerca de la justicia divina. Eso, y la muerte de Franco en su camita (y la futura de Pinochet en la suya), prueban de manera fehaciente que no hay tal cosa."
Lo que lleva mis pensamientos a recordar lo escrito por Borges en sus Evangelios Apócrifos:
"10. Bienaventurados los que no tienen hambre de justicia, porque saben que nuestra suerte, adversa o piadosa, es obra del azar, que es inescrutable."
Pero si el designio de nuestras vidas, con o sin infortunios, está regido por el inescrutable azar, podríamos hasta llegar a coincidir con la sentencia fría, cruel, de un hombre siniestro. José Stalin dijo:
"Un muerto es una tragedia. Un millón de muertos es una estadística".
Como no podemos perder
nuestra humanidad pensando así, ni tampoco podemos esperar mucho de ángeles urgentes, hice un modesto depósito en línea en:
Y me quedo con la reflexión del tibetano Soygal Rinpoche publicada por Galván Ochoa en la Jornada:
"EL HOMBRE VA y viene, y trota y danza, y nunca dice una palabra acerca de la muerte. Todo parece estar bien y bueno. Pero cuando la muerte llega -a su esposa, a sus hijos, a sus amigos, a él mismo- lo sorprende desprevenido e impreparado; entonces qué tormenta de sentimientos lo abate, entonces qué llanto, entonces qué furia, qué desesperación.
"PARA COMENZAR A quitarle a la muerte su enorme ventaja sobre nosotros, adoptemos un camino contrario al camino común; vamos a despojar a la muerte de su disfraz de extraña, vamos a verla cara a cara, vamos a habituarnos a la idea de que existe, no vamos a tener en nuestra mente ninguna otra cosa que la muerte. No sabemos dónde nos está esperando; así pues, esperémosla en cualquier lugar".
Saludos de Nadie